lunes, 28 de diciembre de 2015

Síndrome de la vibración fantasma

A algunos ya no nos quedan más cigarros en los que vernos reflejados
nos hemos olvidado de como no consumirnos
ya no distinguimos entre la muerte o la vida,
aunque estemos más muertos que vivos.

¿En qué momento sentir dejó de ser una opción y pasó a ser un esfuerzo?

Ya no queremos la adrenalina de una mirada,
ni el estimulante mental que provoca una persona,
ni el subidón de la risa,
ya ni siquiera nos importan los besos.
Ahora ansiamos vidas artificiales que sostengan nuestro corazón con las dos manos,
y lo aplasten creando latidos de papel.
Nos hemos vuelto una mentira.

Qué podemos reprochar a la mecanofobia, si de tanto construir máquinas nos hemos convertido en ellas.
Ya no quedan abrazos, hemos asesinado el amor,
y el poco que nos queda se lo hacemos a Facebook.

Los niños ya no salen a jugar,
ahora se quedan en casa perdiendo la bendita inocencia que una vez tuvieron,
porque Internet no entiende de edades.

Mientras los adultos abrazamos la falsa libertad que creemos tener,
y besamos las esposas que nosotros mismos nos pusimos
en el momento en que decidimos que vivir había dejado de ser la mejor opción,
porque preferíamos creer que estábamos vivos.

Humanos que dicen ser racionales,
que pierden la razón cuando no encuentran el teléfono
y ni siquiera hacen esfuerzos por buscar su alma.

Somos la raza de cenizas,
sedentarios que se sientan delante de un televisor,
abrazan un ordenador y besan un móvil,
disfrutando del calor de una máquina que dice ser un libro,
pero no huele a.

Y cuando queramos recuperar lo que nosotros mismos nos hemos arrebatado,
ni siquiera sabremos por dónde empezar
porque ''cómo volver a ser personas'' 
no tiene resultados en google.








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